Amsterdam huele a porro
domingo, agosto 03, 2008
Pues sí, he vuelto de Amsterdam. Concretamente, llegué ayer al mediodía, pero he estado intentando recuperar horas de sueño (me he pegado 8 días durmiendo en un colchón en el suelo y en un sofá muy incómodo) y pasando tiempo con gente a la que tenía ganas de ver.
El viaje ha sido realmente increíble. Me hacía falta desconectar de Murcia, del trabajo, del calor, de todo. Amsterdam ha sido sin duda alguna el sitio perfecto, y he vuelto renovada, aunque las consecuencias de no mirar el mail en una semana sean más de 100 emails sin leer y el GReader a punto de explotar.
¿Que qué tal en Amsterdam? Increíble. Si tenéis oportunidad de ir, no la dejéis pasar. Es, fácilmente, la ciudad más bonita que he visto, y no he viajado precisamente poco. Las casas guardan todas la misma estética: paredes blancas, tejados de madera verdes o azules, contraventanas del mismo color. Hay muchos canales, casas barcos, y bicis por todos lados. La gente es simpática, todos hablan inglés y se emocionan cuando se enteran de que eres española. En verano, hay más españoles que en España, y hace mucho calor. Oscurece muy tarde y amanece muy temprano, cuando te estás bajando del taxi a las 5 de la mañana con las cuñas en la mano y pensando que a lo mejor la última calada al porro te sobraba, porque ahora no sabes si podrás subir las escaleras del edificio, demasiado empinadas. Es un milagro que aún no te haya caído rodando por ellas.
Las calles son adoquinadas, y hay más bicis que coches. Sorprendentemente, no me atropelló ninguna, pero a punto estuve varias veces. La falta de costumbre...Hay parques por doquier, y el más grande es Voldenpark, un parque gigante con lagos, cesped, un par de cafeterías, una arena para conciertos...el sueño de cualquier hippie, el lugar perfecto para pasar horas muertas, horas leyendo, horas fumando, horas hablando. El lugar perfecto para olvidarte del mundo rodeada de tu gente, y pensar que más allá de los muros del parque no hay nada.
Amsterdam huele a maría. Hay un coffee shop cada dos pasos. Los porros vienen en unas cajitas de plástico muy monas, la maría suelta no es cara y huele que alimenta. Las space cakes están ricas, huelen un poco a Play Doh pero saben dulces. La gente no hace botelleo, pero encontramos una plaza pequeña que se convirtío en nuestra plaza, y nos sentábamos hasta que la botella de vodka se acababa. Bailábamos un rato en The News, y enseguida era hora de ir a casa.
Amsterdam ha sido mi oasis de tranquilidad este verano, mis más merecidas vacaciones con mi gente más querida. Ahora me toca volver al mundo real, doloroso. Me toca estudiar, buscar trabajo, prepararme para el infierno que será cuarto.
En fin, al menos me queda Creamfields, y sobre todo, las noches de las pelis de Woody Allen.